Por Susy Inés Bello Knoll. Publicado en la página chilena LWYR en diciembre de 2015.
En el Palacio Galliera, Museo de la Moda de la Villa de París, las exposiciones son temporarias y excepcionales por la fragilidad de las piezas que se exhiben.
En el año 2015, de marzo a agosto, la muestra “Jeanne Lanvin” mostró la contribución relevante al mundo de la Moda de esta mujer francesa, fundadora de la Maison más antigua, que sigue vigente hasta el día hoy.
El delicado cuidado de la puesta fue realizado bajo la dirección artística de Alber Elbaz. Este famoso diseñador estuvo al frente de la firma hasta el mes de octubre de 2015 cuando la Junta de Accionistas comunicó que le quitaba su apoyo. Elbaz, en su función creativa, le devolvió el brillo a Lanvin durante sus 14 años de trabajo en ella luego de haber pasado por Guy Laroche e Yves Saint Laurent.
Sumergirse en la exposición fue como recorrer un poco la vida de esta humilde mujer, la mayor de once hermanos, que comenzó a trabajar a los trece años de aprendiz especializándose en sombreros. Andar sus pasos significó entender esas épocas donde el progreso, la cultura y las ambiciones humanas, buenas y no tanto, marcaron la historia del mundo.
En esta retrospectiva se mostraron esos primeros sombreros de crépe y satén que expresaban una “cándida discreción” como ella decía. Las imágenes de la Gazette du Bon Ton presentan ese detalle sutil que se replica en los mayores y en los niños según su condición, en lo cotidiano o en lo excepcional de una noche de fiesta.
Todos pertenecemos a una familia, nos guste o no. Tengamos o no relación con ella. Todos hemos tenido una madre también. Pero para “la petite ómnibus”, como la llamó su primera empleadora, el hecho de haber tenido una familia numerosa y una única hija fue su fuente de inspiración. Sin duda, el crecimiento de su “maison” se debió a la respuesta a la demanda de su clientela que se sorprendía con los diseños de los vestidos de su pequeña Marguerite (Daisy) nacida en 1897. Precisamente por ello, en 1908, abre un departamento de moda infantil innovador para la época y lanza su primera colección para pequeños con detalles de aplicaciones de rosas de muselina para las niñas entre otros detalles decorativos.
Sus vestidos de los años veinte nos cortan la respiración por sus líneas pero la gama cromática se impone para deslumbrar. Sus azules lavanda, real, vidrio (de la robe “Donatienne), marino, duro y otros, han dado lugar al llamado “bleu Lanvin” o “azul Lanvin”. Sin embargo, ella siempre dijo que el negro era el mejor color y en su mayoría sus propias prendas eran de ese color. Sus modelos negros de noche como “Papillon de nuit” son emblemáticos y fueron, seguramente, inspiradores del propio Elbaz para crear su glamour gótico asimétrico en la colección del año 2010.
Con visión de futuro e integración de la industria en 1923 crea una usina de tinturas en Nanterre, al oeste de París, que resulta un centro de experimentación de color. También en 1925 su taller se destaca por el uso de las máquinas de bordar Cornely que recién aparecían, como industriales, en el mercado. La decoración de las prendas en esos tiempos incluye perlas, espejos redondos y cristales Swarovski que ha sido patrocinador de la Exposición que recorrimos junto a otros como Vogue, Le Monde y Fnac.
Las inspiraciones exóticas y étnicas que destacan el folklore y las identidades nacionales consagran la mirada de Europa hacia Africa y Asia luego de los viajes de la modista a algunos países de esas regiones. No faltan las referencias religiosas con influencia medieval que permiten tanto evocar la simpleza de la vida monástica con sobrias y largas túnicas como la riqueza de los ornamentos con aplicaciones pomposas.
El arte se mezcla con la moda y el cubismo aparece en el diseño de los sweaters y el séptimo arte ayuda a destacar el satén cortado al bies (al sesgo). Tanto lo hace resplandecer en el cine mudo para lograr, al captar la luz, el mayor brillo en la imagen, como en el cine sonoro, al descubrir la habilidad de las divas para no hacer ruido al caminar con el roce de la tela.
En 1927 se lanza el perfume Arpège cuyo envoltorio recrea el azul Lanvin uniendo la música con la moda ya que es un tributo a la habilidad pianística de su hija.
Con el aroma de esta fragancia recorre el mundo el logo de Lanvin que plasma la imagen de su musa: una madre con su única hija.
A la puerta de la muestra me esperaba la profesora Madame Pezard, una especialista en perfumes dentro del derecho de la propiedad intelectual, cuyo voto en un Tribunal Comercial francés alimentó el debate sobre la registración de las fragancias. Con ella, compartí las primeras reflexiones de lo admirado en el Palais Galliera: en todos los rincones aparecía el derecho. Estaba escondido en las relaciones laborales, en la Junta de Accionistas, en la apertura de una fábrica, en el bautismo de una prenda con nombre propio, en los materiales y en los colores, entre otros lugares. Por ello me convencí de que no es vana la tarea en dedicarme a la investigación en la reciente especialización jurídica del Derecho de la Moda.